La Ultima Cena
(Nota al lector:
ampliar la experiencia sensorial con la cancion Wake Me Up When September Ends
de Green Day de fondo)
Es casi como
admitir la culpa. Y bueno, lo es. Quizás yo lo provoqué – Como serás de imbécil
para dejarte humillar así ¿acaso no tienes estima? – No hay más. Prefiero jugar
y perder que rendirme antes del pitazo final. Sí, todo volverá a ser como antes
- ¿Cómo? ¿Vas a ignorar lo que pasó? Te crees tan fuerte pero es el mismo hecho
de quedarte el que te convierte en todo lo contrario. Un débil. Blando. Penca.
Eso: penca. Un hombre la habría mandado al carajo. Pero tú no eres un hombre.
Tú te quedaste y, peor aún, dejaste que se quedara, en tu mismo techo. Tu misma
cama. Das asco.
Y se puso a cocinar
lo que creía podría ser el inicio de una reconciliación. Había bajado una
receta de internet, comprado todos los ingredientes y hablado con la Raquel para
que le transmitiera esos secretos ancestrales que le heredo la nona. Gnocchis,
serían gnocchis con salsa de palta, su plato favorito, los que borrarían esa historia
indeleble. Gnocchis y un poco de amnesia selectiva. Apostaba más por lo
segundo. Ella llegaría cansada del trabajo. Comerían en la terraza, con un
Chardonnay que tenía helando en el refrigerador. Volverían a reírse. Bueno,
quizás a la cuarta copa. Y si todo machaba bien, culminarían el olvido haciendo
un pacto en la cama, quitando al fin de al medio esa almohada eterna que los
separaba como campana de box anunciando el fin del round y mandando cada uno a
su esquina. No eran los gnocchis, ni la salsa de palta, ni la botella de
Amelia: era el gesto de cocinarle por primera vez. De recibirla como princesa.
De mostrarle lo que una vida juntos podría ser. Era decirle te perdono.
¿Y estás cocinando?
¿Es que no alcanzas a leer la palabra “PATETICO” tatuada en tu frente?
A-N-D-A-T-E. Sal de ahí. Ahora mismo: mete lo que te quepa en una maleta y
lárgate. Recupera la poca dignidad que te queda. Mientras menos cosas te
lleves, mejor. Que se quede con todo a modo de letra A en su pecho. El
departamento será su propia letra escarlata. Pero no, sigues moliendo papas.
Luego de sufrir con
la receta y comprobar que cocinar no era su fuerte (ella vería más allá del
sabor), montó la mesa repitiendo pieza por pieza la de Les Jules Vernes, al
menos lo que recordaba de ella. No había pasado tanto tiempo de esa época. Casi
3 años. ¿Mantel blanco? Check! ¿Centro de mesa? Check! ¿Juego de copas? Check!
Se veía bien. Esto comenzaba a arrojar un olor a triunfo. Tenía Paris en la
terraza. En algun momento pensó contratar un músico, pero lo descartó por si el
efecto del vino aceleraba los planes. Y porque podría ser demasiado… ¿acaso
todo lo demás no lo era? Sonido de llaves en la puerta. Él ya estaba vestido
acorde a la ocasión:
- Hola
- Hola
- !Adivina qué cociné!
- No tengo hambre
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